"Llaman provocación a las verdades que nosotros proclamamos,
mientras que las mentiras que ellos cuentan se convierten
en verdades absolutas. Nuestra lucha por la independencia y el
bienestar de nuestros pueblos es tachada de insumisión,
y el saqueo que ellos hacen de nuestras riquezas se llama
obra civilizadora. Así escriben ellos la historia, y así se la aprende
la mayor parte de la Humanidad. Por eso yo prefiero sentir
a mí lado al Che antes que a cualquiera de ellos".
Thomas Sankara
Tomemos, por ejemplo, la expresión de Hegel que prologa el libro de Darcy Ribeiro “El dilema de américa Latina”:
“América es el país del Porvenir. En tiempos futuros se mostrará su importancia histórica, acaso en la lucha entre América del Norte y América del Sur”
Se debería contar con cierta erudición para polemizar con la columna de opinión de J.P. Feinmann en Página/12 el 14 de Junio de 2003 de título “La Única Deuda de América Latina”. En esta nota el autor también usa esa frase. Esta reflexión no está inspirado en la intención por la polémica, pero cierta honestidad obliga a arrogarse el derecho de exponer otra perspectiva con la inversión de dos conceptos.
El primero, pensar en la posibilidad que la guerra a la que se refería Hegel aún no se libró, se sigue librando, tal como es considerado por muchos autores (entre ellos Eric Hobsbawm): que la primera y segunda guerra no fueron dos, sino una sola guerra en dos grandes batallas. En esta se dirimían, entre las nuevas naciones del hemisferio norte occidental del planeta, cuál de ellas ocuparía el lugar vacante de imperialismo hegemónico de la declinante Gran Bretaña.
Existen algunos indicios que pueden tomarse como referencia para pensar en que la guerra vaticinada por Hegel se encuentra en pleno proceso: cuando existen resistencias de uno de los contendientes en la lucha, que infieren perspectivas que luego se materializan en hechos, esas contiendas no concluyen. La finalización de las contiendas están marcadas por el sometimiento definitivo y sin cuestionamientos por parte del vencido hacia el vencedor.
Para sostener que la guerra a la que hace referencia Hegel es una guerra que se está librando (y cuyo resultado es tan difíci de predecir como el momento en que finalice), solo cabría mencionar la emergencia de nuevos gobiernos en la región, que vienen a revertir algunas situaciones de sometimiento real y simbólico, que fueron instaladas (con grandes resistencias) de manera implacable y cruel en el hemisferio Sur. Algunos ejemplos están a la vista en Brasil, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina y Uruguay. Aunque con los problemas que se encuentran en la titánica tarea de reconstruir lo destruido, existen indicios para especular con esas intenciones, como en la Cumbre de las Américas y De los pueblos, en Mar del Plata, en Noviembre del 2005, donde se puso freno al ALCA.
Sin embargo, hubo una guerra que se libró además de las primera y segunda, fué a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y concluyó en el último decenio del siglo XX con la disolución de la URSS. Esta guerra tuvo un claro vencedor (la modernidad eurocéntrica, ligada al colonialismo y el capitalismo), que obligó al vencido retirar posiciones geográficas y simbólicas conquistadas durante años de mantener un complejo y no menos conflictivo equilibrio de los territorios controlados. Fue la guerra este-oeste en la que, si bien involucró a todo el planeta, carecían de importancia las intervenciones de los colonizados por la modernidad/colonial desde el descubrimiento de América (el llamado Tercer Mundo, países del hemisferio sur). Esa nación, surgida a comienzos del siglo XX hacia el este del hemisferio norte del planeta, constituida y consolidada durante el período de entreguerras (primera y segunda) del siglo pasado, tuvo una gran incidencia en la configuración de los estados europeos durante más de la mitad de ese siglo. La que había sido una nueva nación que prometía materializar en la realidad las teorías marxistas pierde, en el siglo XX, la más grande guerra de la humanidad, la constitución de un nuevo paradigma, probablemente el sepultamiento definitivo de la modernidad (si entendemos como tal, la simbiosis del ideal moderno con el colonialismo ligado al imperialismo), época cuyo esplendor estuvo marcada por los ideales burgueses del siglo XIX. A esta guerra no hace ninguna referencia Hegel. ¿Será por eso quizá que se considera que la guerra Norte -Sur ya se libró, perdió el Sur, y que la guerra Este-Oeste nunca existió? Normalmente para el universo discursivo eurocéntrico, todo aquello que es otro no es digno de consideración.
Por otro lado, Indoamérica (nombre sugerido por Hernández Arregui, y así es como prefiero llamarla), salvo toda la información emanada del norte colonialista, solo tiene deudas pendientes establecidas por los poderes que fomentaron los actuales regímenes neocoloniales (¿poscoloniales?), adquiridas en el caso de la Argentina por gobiernos carentes de toda legitimidad, como la “Reacción Libertadora” y “El proceso de Destrucción Nacional”y, en el caso de los demás países de Indoamérica a través de regímenes que se encontraron bajo el ala del que se perfilaría como el Imperio Hegemónico de fin del siglo XX.
Si se toman las palabras del no tan imaginario cacique Guaicaipuro Cuatemoc y del Gran Jefe Seattle, se puede inferir que las riquezas con que cuentan los poderes hegemónicos mundiales (instalados en el hemisferio Norte del Planeta), fueron obtenidas a través del bandolerismo más cruel, no solo durante el siglo XX. Este arrebato fue llevado a cabo desde el descubrimiento de América, lo que agrava la manera en como fueron obtenidas, ya que tuvieron que recurrir al genocidio encubierto de cientificismo y tecnicismo eficientista de los pergeñadores de las teorías económicas neoclásicas.
Solo hace falta recordar, que hubo poetas y pensadores como Aimé Césaire y Frantz Fanon, grandes hombres como Ortega Peña y Arturo Jauretche, que pensaron sobre la nacionalidad, no en el sentido que se considera la modernidad desde el eurocentrismo, sino dejando claro que la modernidad es indisociable del carácter colonial del sometimiento económico y simbólico al que fue sometido el Hemisferio Sur del planeta.
Demás esta decir que la época que vivimos, lejos de responder a las preguntas que se han hecho los europeos desde la Grecia Clásica, solo incrementa los vicios en los que ha caído ininterrumpidamente la arrogancia eurocéntrica, expresados hoy en la hegemonía y el monopolio occidental de la violencia invasora, y que difícilmente ese relato logre saldar en algún momento de la historia todo el carácter genocida que ha regido la conducta de Europa desde su propio pensamiento.
martes, 6 de noviembre de 2007
Acerca de la lectura de libros robados
“ es la sombra borrada de un puñal mudo..”
Mezo Bigarrena
Existen cuatro razones (seguro que hay más) para que alguien escriba fundamentos tan poco consistentes en una nota de opinión: que a través de ellos manifieste su ingenuidad o el desconocimiento de lo que pretende comentar en profundidad; que realmente crea en ellos y busque ardides de cualquier clase para justificar su opinión; que a través de la expresión de improperios y la provocación, busque en quien los lee, la reacción completamente opuesta a los conceptos vertidos; y finalmente, que tenga intereses inconfesables que no pueden manifestarse explícitamente porque dejan al descubierto su mezquindad egoísmo y mediocridad, y que ubicándose en un pedestal desde donde él realiza actividades para los simples mortales entendamos que es él quien tiene la razón y nos divirtamos con sus realizaciones “artísticas”.
Confieso, que la persona a la que me refiero, apabulla con los premios ganados por sus realizaciones, pero tiene de mi parte el más profundo desprecio hacia su opinión sobre lo que él, las industrias culturales y monopolios de la comunicación y distribución de contenidos, tienen respecto de los que ellos denominan “pirata”.
La cita al comienzo (si bien caprichosa, no por eso menos meditada) tiene la intención de mostrar que ciertas opiniones son como ella y además ubicar a uno (en mi opinión) de los mejores letristas que dio la canción en la Argentina, que no hubiera sido posible rescatarla cantada por él, de no haber sido por lo que se da en llamar “piratería”, ya que quienes tienen el monopolio de la distribución de los bienes culturales no demuestran el más mínimo interés en difundir y reeditar a autores y creadores que ellos consideran que no podrían ser rentables económicamente, si no es mediando un terrible aparato publicitario que los promocione; relegándolos al olvido y la desaparición.
La persona que motivó la realización de esta nota, escribió su opinión en la revista Ñ (Nº 204), y de la cual no voy a decir su nombre (que trataré de relegar al olvido de la misma manera que son relegados aquellos creadores que no despiertan interés económico para los monopolios que el columnista de Ñ defiende -veladamente y con vergüenza de hacerlo en forma explícita- con su nota), parte de una premisa que es que la copia de contenidos creados por alguien es ilegal, lo cual es cierto e indiscutible; pero simplifica la discusión poniendo el árbol delante del bosque cuando, en el segundo párrafo, menciona a los actores de la creación cultural y los ubica de tal manera que se puede inferir cuál es la importancia que les otorga a cada uno de ellos, es decir: primero: “los productores”; segundo: “los creadores”; y tercero: “el público”. Ubicando a los que que no están dentro de cualquiera de esa categoría en: “ladrones y cómplices o estafadores”.
Este escritor-columnista-opinador, deja entrever, que no toma en cuenta que los que disfrutarían de una libre circulación de bienes culturales son ese público (que según el autor de esta nota están dentro de los “ladrones y cómplices o estafadores”, como intentaré explicar más adelante), que ubica en el último lugar de importancia en su jerarquía y quienes en definitiva consumen y son los destinatarios de esos bienes intangibles. Convengamos que tanto los DVD's con los que comienza su columna-opinión, como también los libros, son objetos contenedores de contenidos (valga la redundancia) y que nadie (creo, a menos que alguien gozara o disfrute con un DVD virgen o un libro que no contenga escritura) pueda negar que si alguien tiene un objeto único no podrá ser tenido por otra persona, pero otra cosa muy diferente (que en definitiva le agrega valor a al objeto contenedor) son los contenidos portados por estos objetos y que en definitiva es lo que comparte ese público, que es despreciado como actor por el autor de la columna-opinión en Ñ.
A continuación en la misma nota (de manera ingenua, o intencionada con mezquindad y malicia), este escritor-columnista-opinador, digno de ser aceptado por la intelligentzia (© Copyright Arturo Jauretche -y que suene anacrónico), deriva en la descripción de enunciaciones de algunos supuestos intelectuales y corrientes progresistas sobre la supuesta defensa que hacen sobre el “robo” o la favorable valoración que hacen de los “delincuentes” que distribuyen de manera libre o a muy bajo costo de contenidos culturales, para desviar (quiero insistir en que pretendo pensar que lo hace ingenuamente, pero me demanda demasiado esfuerzo) una discusión más medular, que es: la apropiación indebida y las restricciones que cada vez son mayores para la difusión, retransmisión y libre distribución de contenidos creados por artistas que serían desconocidos sino mediaran las fotocopias y toda la tecnología de copia de contenidos que proporciona los desarrollos de tecnologías de red y digitales para toda la producción intelectual y cultural que existe en la actualidad.
¿A qué se refiere cuando hace mención a que “Los perjudicados son los artistas, y los individuos más pobres(...)”? si en el mismo párrafo dice que “(...) podrán beneficiarse de una oferta cultural que llegue a la mayor cantidad de gente (...)”, cuándo (y prefiero creer que el autor no desconoce esto) el acceso se encuentra restringido por la capacidad monetaria (propiciada por la injusta distribución de la riqueza) para poder adquirir los bienes a los cuales se refiere y que el público (acaso este escritor-columnista-opinador, realiza obras artísticas para que la disfruten aquellos a quienes desprecia y que al mismo tiempo no permitiría que las disfruten porque son “ladrones y cómplices o estafadores”) prefiere adquirirlos por menos dinero en copias “piratas”. ¿No será acaso que la discusión tiene que hacerse en términos de libertad de distribución y no en masividad de distribución? En este párrafo, como en muchos de los que componen la nota, vuelve a distraer del problema principal, el cual es que: la libertad de crear y acceder a los bienes culturales se encuentran restringidos por intereses, que exceden la defensa de la preservación de los derechos de los autores a disponer de su obra, y del público de disfrutarla, por las actuales leyes de Copyright y Propiedad Intelectual, y que pone en su jerarquía de prioridades al público que valorizará y reproducirá dichos contenidos para las futuras generaciones.
Según el criterio expuesto en su nota-comentario-opinión, quienes quieran acceder a contenidos culturales que no son distribuidos (por distintos intereses) por distribuidoras y productoras de bienes culturales, y quieran acceder por los medios que este autor denomina “piratas”, estarían cometiendo el mismo delito (o más grave, ya que en su segundo párrafo expresa que: “(...)urgen leyes y medidas punitivas para que el trato sea entre productores, artistas, y público(...)”) que cualquier persona que le quita un objeto a otra persona, privando a este último y a los autores de usufructuarlo, disfrutarlo y distribuirlo de la manera que crea y con la libertad que quiera.
En otro párrafo, a continuación de los descriptos, este columnista-(o quintacolumnista)-escritor-opinador habla de algo así como “(...)apología intelectual del robo(...)” que revela un “(...)desprecio por el arte y la libertad de expresión(...)” y vuelve a caer nuevamente en la ingenuidad (y van ya...) de seguir comparando objetos con contenidos cuando comenta no haber escuchado a intelectuales jactarse de haber robado electrodomésticos o comentar divertidos que nada se disfruta más que un par de anteojos robados (a ver, en las últimas líneas cometí el probable delito de no haber ubicado entre comillas una cita textual de...., no sé cuantas palabras, con lo cual estaría incurriendo en la figura del plagio). Yo invertiría las palabras que fundamentan la interpretación que hace con el concepto: “Dan por sentado que el trabajo intelectual no vale nada.”, pensando en que el valor que le dan es tan alto, que hasta se arriesgan a cometer un delito para poder disfrutar de alguna obra realizada por el trabajo intelectual de alguien. Y quien mejor que Abelardo Castillo, en su comentario de la guía de actividades de la Feria del Libro del año 2005 en la pág. 45, que comparte en la misma guía otro comentario del opinador-columnista-escritor en la pág. 37 tratando este mismo tema, y que transcribo a continuación:
La Feria para mi
"Me recibí de escritor en la feria. Fue cuando descubrí a un muchacho robando un libro. Me puse delante de los vendedores para taparlo. Cuando salía, vi que llevaba un libro mío, Las otras puertas. Por primera vez, me sentí un autor de verdad."
Es como para preguntarse porqué se dedicó a la escritura este opinador-escritor-columnista, si es para que lo lean o para gozar del prestigio y los favores del canon que le permiten poder vivir para defender y perpetuar el estado contemporáneo de las cosas que a nadie escapa que son injustas (en cuanto a los distributivo, me refiero, sean estas tangibles o intangibles). Me entra una profunda congoja al pensar que las vanguardias, en los casos como este opinador-columnista-escritor, han fracasado.
Nuevamente en otro párrafo, se limita a describir sobre ciertos intelectuales que ubica como “cacos de salón” (pero no especifica, solo generaliza porque las líneas de una columna de opinión son tiranas, y ser más específico dejaría al descubierto lo endeble de sus afirmaciones), los vicios que describe como “lujos burgueses” de derecha e izquierda(¿?).
La libertad de expresión es un lujo, pero no como pretende ubicarla este defensor de las bondades de la formalidad de democrática, es un lujo porque esta opinión que estoy expresando ahora, no va a gozar de los favores de las industrias culturales; el de ser publicado en su totalidad de la misma manera que hacen con la columna de este escritor-columnista-opinador, porque se dirige a las mismas bases del poder que tienen para decidir que contenidos deben tratarse y cuales no. Por eso, el problema central no es el robo de libros o DVD's.
Según lo expresa este columnista-escritor-opinador, en una democracia, el que roba un libro, roba años de trabajo a gente que a dado todo por expresar un par de ideas, pero no repara que luego del robo, esas ideas (si son buenas, cosa de las que en el caso de este columnista-opinador-escritor podemos dudar) se multiplican en la construcción subjetiva que el “ladrón-lector” hace de sí mismo y resignifica, enriquece y distribuye; y algo que es fundamental, y es terriblemente omitido por la arrogancia de este opinador-columnista-escritor: nadie tiene buenas ideas que no hayan tenido su raíz en anteriores buenas ideas. Según el criterio vertido por este escritor-columnista-opinador, todos (incluido él) seríamos ladrones de buenas ideas de otros (porque, no es Adán -si de cuestiones bíblicas estamos hablando-, ¿o si?).
Sobre el final, apela a la cita del mandamiento: “no robarás”; para explicar que todos viviríamos en un mundo mejor y más divertido, sin explicar quiénes seríamos esos “todos” y de quiénes sería ese “mundo mejor”; y como sería eso “más divertido” que, tal como nos encontramos en la actualidad sobre el estado de la discusión acerca de “qué es el arte”, tampoco podríamos negar que Tinelli también es divertido.
De las cuatro razones para que alguien escriba una columna de opinión que enumero al principio de esta reflexión, y en el caso específico de este escritor-columnista-opinador, voy a preferir quedarme con la más inteligente de que puede ser parte una persona como tal, que cuenta con un currículum realmente impresionante, y es aquella que finalmente consiguió, al impulsarme a hacer esta reflexión: fue una provocación para inducir a la reacción opuesta a lo explícitamente expresado en su columna de opinión.
Muy probablemente se pueda considerar toda esta réplica como, apenas, una intención mediocre de polemizar sobre ciertos aspectos que no hacen a lo sustancial de la creación humana. Pues, así me ubico, en el esbozo para revitalizar un género que proponga la polémica escrita sobre “trivialidades”, por no decir zonceras (o nuevas zonceras -© Arturo Jauretche).
En la opinión, antes que en la racionalidad de los análisis de columnistas-opinadores-escritores, es que me paro para quedarme con la magia de poetas como José Luis Mangieri: “Comprar libros es yeta, hay que afanárselos a los amigos o a las librerías”.
tuses
Mezo Bigarrena
Existen cuatro razones (seguro que hay más) para que alguien escriba fundamentos tan poco consistentes en una nota de opinión: que a través de ellos manifieste su ingenuidad o el desconocimiento de lo que pretende comentar en profundidad; que realmente crea en ellos y busque ardides de cualquier clase para justificar su opinión; que a través de la expresión de improperios y la provocación, busque en quien los lee, la reacción completamente opuesta a los conceptos vertidos; y finalmente, que tenga intereses inconfesables que no pueden manifestarse explícitamente porque dejan al descubierto su mezquindad egoísmo y mediocridad, y que ubicándose en un pedestal desde donde él realiza actividades para los simples mortales entendamos que es él quien tiene la razón y nos divirtamos con sus realizaciones “artísticas”.
Confieso, que la persona a la que me refiero, apabulla con los premios ganados por sus realizaciones, pero tiene de mi parte el más profundo desprecio hacia su opinión sobre lo que él, las industrias culturales y monopolios de la comunicación y distribución de contenidos, tienen respecto de los que ellos denominan “pirata”.
La cita al comienzo (si bien caprichosa, no por eso menos meditada) tiene la intención de mostrar que ciertas opiniones son como ella y además ubicar a uno (en mi opinión) de los mejores letristas que dio la canción en la Argentina, que no hubiera sido posible rescatarla cantada por él, de no haber sido por lo que se da en llamar “piratería”, ya que quienes tienen el monopolio de la distribución de los bienes culturales no demuestran el más mínimo interés en difundir y reeditar a autores y creadores que ellos consideran que no podrían ser rentables económicamente, si no es mediando un terrible aparato publicitario que los promocione; relegándolos al olvido y la desaparición.
La persona que motivó la realización de esta nota, escribió su opinión en la revista Ñ (Nº 204), y de la cual no voy a decir su nombre (que trataré de relegar al olvido de la misma manera que son relegados aquellos creadores que no despiertan interés económico para los monopolios que el columnista de Ñ defiende -veladamente y con vergüenza de hacerlo en forma explícita- con su nota), parte de una premisa que es que la copia de contenidos creados por alguien es ilegal, lo cual es cierto e indiscutible; pero simplifica la discusión poniendo el árbol delante del bosque cuando, en el segundo párrafo, menciona a los actores de la creación cultural y los ubica de tal manera que se puede inferir cuál es la importancia que les otorga a cada uno de ellos, es decir: primero: “los productores”; segundo: “los creadores”; y tercero: “el público”. Ubicando a los que que no están dentro de cualquiera de esa categoría en: “ladrones y cómplices o estafadores”.
Este escritor-columnista-opinador, deja entrever, que no toma en cuenta que los que disfrutarían de una libre circulación de bienes culturales son ese público (que según el autor de esta nota están dentro de los “ladrones y cómplices o estafadores”, como intentaré explicar más adelante), que ubica en el último lugar de importancia en su jerarquía y quienes en definitiva consumen y son los destinatarios de esos bienes intangibles. Convengamos que tanto los DVD's con los que comienza su columna-opinión, como también los libros, son objetos contenedores de contenidos (valga la redundancia) y que nadie (creo, a menos que alguien gozara o disfrute con un DVD virgen o un libro que no contenga escritura) pueda negar que si alguien tiene un objeto único no podrá ser tenido por otra persona, pero otra cosa muy diferente (que en definitiva le agrega valor a al objeto contenedor) son los contenidos portados por estos objetos y que en definitiva es lo que comparte ese público, que es despreciado como actor por el autor de la columna-opinión en Ñ.
A continuación en la misma nota (de manera ingenua, o intencionada con mezquindad y malicia), este escritor-columnista-opinador, digno de ser aceptado por la intelligentzia (© Copyright Arturo Jauretche -y que suene anacrónico), deriva en la descripción de enunciaciones de algunos supuestos intelectuales y corrientes progresistas sobre la supuesta defensa que hacen sobre el “robo” o la favorable valoración que hacen de los “delincuentes” que distribuyen de manera libre o a muy bajo costo de contenidos culturales, para desviar (quiero insistir en que pretendo pensar que lo hace ingenuamente, pero me demanda demasiado esfuerzo) una discusión más medular, que es: la apropiación indebida y las restricciones que cada vez son mayores para la difusión, retransmisión y libre distribución de contenidos creados por artistas que serían desconocidos sino mediaran las fotocopias y toda la tecnología de copia de contenidos que proporciona los desarrollos de tecnologías de red y digitales para toda la producción intelectual y cultural que existe en la actualidad.
¿A qué se refiere cuando hace mención a que “Los perjudicados son los artistas, y los individuos más pobres(...)”? si en el mismo párrafo dice que “(...) podrán beneficiarse de una oferta cultural que llegue a la mayor cantidad de gente (...)”, cuándo (y prefiero creer que el autor no desconoce esto) el acceso se encuentra restringido por la capacidad monetaria (propiciada por la injusta distribución de la riqueza) para poder adquirir los bienes a los cuales se refiere y que el público (acaso este escritor-columnista-opinador, realiza obras artísticas para que la disfruten aquellos a quienes desprecia y que al mismo tiempo no permitiría que las disfruten porque son “ladrones y cómplices o estafadores”) prefiere adquirirlos por menos dinero en copias “piratas”. ¿No será acaso que la discusión tiene que hacerse en términos de libertad de distribución y no en masividad de distribución? En este párrafo, como en muchos de los que componen la nota, vuelve a distraer del problema principal, el cual es que: la libertad de crear y acceder a los bienes culturales se encuentran restringidos por intereses, que exceden la defensa de la preservación de los derechos de los autores a disponer de su obra, y del público de disfrutarla, por las actuales leyes de Copyright y Propiedad Intelectual, y que pone en su jerarquía de prioridades al público que valorizará y reproducirá dichos contenidos para las futuras generaciones.
Según el criterio expuesto en su nota-comentario-opinión, quienes quieran acceder a contenidos culturales que no son distribuidos (por distintos intereses) por distribuidoras y productoras de bienes culturales, y quieran acceder por los medios que este autor denomina “piratas”, estarían cometiendo el mismo delito (o más grave, ya que en su segundo párrafo expresa que: “(...)urgen leyes y medidas punitivas para que el trato sea entre productores, artistas, y público(...)”) que cualquier persona que le quita un objeto a otra persona, privando a este último y a los autores de usufructuarlo, disfrutarlo y distribuirlo de la manera que crea y con la libertad que quiera.
En otro párrafo, a continuación de los descriptos, este columnista-(o quintacolumnista)-escritor-opinador habla de algo así como “(...)apología intelectual del robo(...)” que revela un “(...)desprecio por el arte y la libertad de expresión(...)” y vuelve a caer nuevamente en la ingenuidad (y van ya...) de seguir comparando objetos con contenidos cuando comenta no haber escuchado a intelectuales jactarse de haber robado electrodomésticos o comentar divertidos que nada se disfruta más que un par de anteojos robados (a ver, en las últimas líneas cometí el probable delito de no haber ubicado entre comillas una cita textual de...., no sé cuantas palabras, con lo cual estaría incurriendo en la figura del plagio). Yo invertiría las palabras que fundamentan la interpretación que hace con el concepto: “Dan por sentado que el trabajo intelectual no vale nada.”, pensando en que el valor que le dan es tan alto, que hasta se arriesgan a cometer un delito para poder disfrutar de alguna obra realizada por el trabajo intelectual de alguien. Y quien mejor que Abelardo Castillo, en su comentario de la guía de actividades de la Feria del Libro del año 2005 en la pág. 45, que comparte en la misma guía otro comentario del opinador-columnista-escritor en la pág. 37 tratando este mismo tema, y que transcribo a continuación:
La Feria para mi
"Me recibí de escritor en la feria. Fue cuando descubrí a un muchacho robando un libro. Me puse delante de los vendedores para taparlo. Cuando salía, vi que llevaba un libro mío, Las otras puertas. Por primera vez, me sentí un autor de verdad."
Es como para preguntarse porqué se dedicó a la escritura este opinador-escritor-columnista, si es para que lo lean o para gozar del prestigio y los favores del canon que le permiten poder vivir para defender y perpetuar el estado contemporáneo de las cosas que a nadie escapa que son injustas (en cuanto a los distributivo, me refiero, sean estas tangibles o intangibles). Me entra una profunda congoja al pensar que las vanguardias, en los casos como este opinador-columnista-escritor, han fracasado.
Nuevamente en otro párrafo, se limita a describir sobre ciertos intelectuales que ubica como “cacos de salón” (pero no especifica, solo generaliza porque las líneas de una columna de opinión son tiranas, y ser más específico dejaría al descubierto lo endeble de sus afirmaciones), los vicios que describe como “lujos burgueses” de derecha e izquierda(¿?).
La libertad de expresión es un lujo, pero no como pretende ubicarla este defensor de las bondades de la formalidad de democrática, es un lujo porque esta opinión que estoy expresando ahora, no va a gozar de los favores de las industrias culturales; el de ser publicado en su totalidad de la misma manera que hacen con la columna de este escritor-columnista-opinador, porque se dirige a las mismas bases del poder que tienen para decidir que contenidos deben tratarse y cuales no. Por eso, el problema central no es el robo de libros o DVD's.
Según lo expresa este columnista-escritor-opinador, en una democracia, el que roba un libro, roba años de trabajo a gente que a dado todo por expresar un par de ideas, pero no repara que luego del robo, esas ideas (si son buenas, cosa de las que en el caso de este columnista-opinador-escritor podemos dudar) se multiplican en la construcción subjetiva que el “ladrón-lector” hace de sí mismo y resignifica, enriquece y distribuye; y algo que es fundamental, y es terriblemente omitido por la arrogancia de este opinador-columnista-escritor: nadie tiene buenas ideas que no hayan tenido su raíz en anteriores buenas ideas. Según el criterio vertido por este escritor-columnista-opinador, todos (incluido él) seríamos ladrones de buenas ideas de otros (porque, no es Adán -si de cuestiones bíblicas estamos hablando-, ¿o si?).
Sobre el final, apela a la cita del mandamiento: “no robarás”; para explicar que todos viviríamos en un mundo mejor y más divertido, sin explicar quiénes seríamos esos “todos” y de quiénes sería ese “mundo mejor”; y como sería eso “más divertido” que, tal como nos encontramos en la actualidad sobre el estado de la discusión acerca de “qué es el arte”, tampoco podríamos negar que Tinelli también es divertido.
De las cuatro razones para que alguien escriba una columna de opinión que enumero al principio de esta reflexión, y en el caso específico de este escritor-columnista-opinador, voy a preferir quedarme con la más inteligente de que puede ser parte una persona como tal, que cuenta con un currículum realmente impresionante, y es aquella que finalmente consiguió, al impulsarme a hacer esta reflexión: fue una provocación para inducir a la reacción opuesta a lo explícitamente expresado en su columna de opinión.
Muy probablemente se pueda considerar toda esta réplica como, apenas, una intención mediocre de polemizar sobre ciertos aspectos que no hacen a lo sustancial de la creación humana. Pues, así me ubico, en el esbozo para revitalizar un género que proponga la polémica escrita sobre “trivialidades”, por no decir zonceras (o nuevas zonceras -© Arturo Jauretche).
En la opinión, antes que en la racionalidad de los análisis de columnistas-opinadores-escritores, es que me paro para quedarme con la magia de poetas como José Luis Mangieri: “Comprar libros es yeta, hay que afanárselos a los amigos o a las librerías”.
tuses
Semo La Yapa
La Yapa: porque es lo que nunca dejan de dar los pueblos.
Es la yapa que hacemos luego de los despojos que hemos sufrido. Pretenden que no demos más, que no tengamos más de lo nuestro para dar. Que no otorguemos.
La Yapa: la generosidad intransigente en las expresiones de los pueblos, esa variante al individualismo del “intelectual” y del “artista” que cree que surge por su impronta. Es lo contrario a lo que estos emergentes se inquietan por creer.
Estos “intelectuales” y “artistas”, lejos de ser emergentes individuales y egoístas, son aquellos que adeudan su existencia. Son la extrema generosidad de dar que tienen los pueblos; existen como proyecciones de todo los que los pueblos tienen por decir, hacer, recordar.
Es lo que Arturo Jauretche cita como añadido en quichua, en tiempos en los cuales ya nada habría por añadir, a no ser por esa profusión por dar y después de tanto que ha dado con grandes sacrificios colectivos, con sus hijos para que hablen, griten, luchen por ellos. Esa voz colectiva que se expresa a través de individuos; esa memoria que se mantiene en los relatos, hechos, para reconocerse.
Aún después de haber sido despojados, los antiguos y actuales habitantes del sur del planeta, se encuentran siempre en situación de dar perpetuamente, siempre bogan por añadir algo más que donar; como aquellos condenados a los que les ha sido arrebatado todo aquello que tienen por y para dar. Aún así existe la yapa.
No nos quieren ver, nos quieren negar; no como a quien se le niega por capricho o no tiene para dar, es el ninguneo arrogante de quienes se ubican en la posición de poseedores de la verdad. De quienes no fueron, ni son capaces de escucharse, como ha escrito Aimé Césaire: “incapaz de solucionar los problemas que ella misma crea”, refiriéndose a Europa.
Es ahí donde otorgamos la yapa. Es nuestro regalo, nuestra escritura, nuestra memoria.
La yapa también desrefuta. Des-hace lo refutado. Los “Refutadores de Leyendas” de Dolina existen. Están instalados, muy concentrados en refutar las utopías. Los mejores mundos ya pensados. En nuestras des-refutaciones, re-hacemos. Ese rehacer obstinado es la yapa.
Los “Profetas del odio” sobre los que escribió Jauretche, reformularon y montaron las refutaciones para instalar las mismas categorías del saber: relaciones de poder y concepciones del conocimiento ligadas a la modernidad/colonial acelerada. Nuevos conformismos amparados en la imposibilidad de creer lo imposible. No hace falta prohibir, solo hacer creer que no se puede: el fin de las ideologías, la condena de la violencia ejercida por el débil.
La yapa se cree y se crea, y aunque esté prohibida por los refutadores, es posible.
Es la yapa que hacemos luego de los despojos que hemos sufrido. Pretenden que no demos más, que no tengamos más de lo nuestro para dar. Que no otorguemos.
La Yapa: la generosidad intransigente en las expresiones de los pueblos, esa variante al individualismo del “intelectual” y del “artista” que cree que surge por su impronta. Es lo contrario a lo que estos emergentes se inquietan por creer.
Estos “intelectuales” y “artistas”, lejos de ser emergentes individuales y egoístas, son aquellos que adeudan su existencia. Son la extrema generosidad de dar que tienen los pueblos; existen como proyecciones de todo los que los pueblos tienen por decir, hacer, recordar.
Es lo que Arturo Jauretche cita como añadido en quichua, en tiempos en los cuales ya nada habría por añadir, a no ser por esa profusión por dar y después de tanto que ha dado con grandes sacrificios colectivos, con sus hijos para que hablen, griten, luchen por ellos. Esa voz colectiva que se expresa a través de individuos; esa memoria que se mantiene en los relatos, hechos, para reconocerse.
Aún después de haber sido despojados, los antiguos y actuales habitantes del sur del planeta, se encuentran siempre en situación de dar perpetuamente, siempre bogan por añadir algo más que donar; como aquellos condenados a los que les ha sido arrebatado todo aquello que tienen por y para dar. Aún así existe la yapa.
No nos quieren ver, nos quieren negar; no como a quien se le niega por capricho o no tiene para dar, es el ninguneo arrogante de quienes se ubican en la posición de poseedores de la verdad. De quienes no fueron, ni son capaces de escucharse, como ha escrito Aimé Césaire: “incapaz de solucionar los problemas que ella misma crea”, refiriéndose a Europa.
Es ahí donde otorgamos la yapa. Es nuestro regalo, nuestra escritura, nuestra memoria.
La yapa también desrefuta. Des-hace lo refutado. Los “Refutadores de Leyendas” de Dolina existen. Están instalados, muy concentrados en refutar las utopías. Los mejores mundos ya pensados. En nuestras des-refutaciones, re-hacemos. Ese rehacer obstinado es la yapa.
Los “Profetas del odio” sobre los que escribió Jauretche, reformularon y montaron las refutaciones para instalar las mismas categorías del saber: relaciones de poder y concepciones del conocimiento ligadas a la modernidad/colonial acelerada. Nuevos conformismos amparados en la imposibilidad de creer lo imposible. No hace falta prohibir, solo hacer creer que no se puede: el fin de las ideologías, la condena de la violencia ejercida por el débil.
La yapa se cree y se crea, y aunque esté prohibida por los refutadores, es posible.
Se vemo
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